EL CIELO NO PUEDE ESPERAR

Laurindo R. Gutierrez*

Cuando me iniciaron, la vida para mi, obtuvo un nuevo sentido, por las nuevas amistades y por las enseñanzas que recibía en las instrucciones de mis predecesores. La sesión masónica era una cosa extraordinariamente nueva y reveladora. 

Joven todavía, con mis treinta años cumplidos, soñaba con crecer en la Orden, y ser como aquellos hermanos más antiguos, pues veía en ellos tanto conocimiento y amistad, eran la verdad, sabios inspiradores. Los hermanos “viejitos” de aquel tiempo eran mi inspiración. Para mi, ellos vivían en un mundo de felicidad, y eso era una herencia, que llevarían hasta los días de la vejez, pensaba yo. 

Ese sentimiento inundaba mi espíritu de paz y esperanza, creyendo en una vida futura plena de realizaciones masónicas. Jamás podría pensar que el correr de los años trajese consigo cambios tan importantes. Parece que la juventud no conoce el secreto para la transmutación, y cuando la edad avanza, nos vamos dando cuenta de una realidad sorprendente, a veces desalentadora. 

La Orden que servimos por décadas rigurosamente, brindando los mayores esfuerzos, nos abandonará en la edad madura, justamente cuando esteremos más carentes y frágiles. En América del Norte, los masones viejos van al albergue de la Orden, donde viven en paz y dignamente. 

Abordo este tema, teniendo en cuenta apenas dos casos de hermanos que viven en el más completo abandono masónico. Uno, víctima de una hemiplegia, no sale a ningún lugar, el otro casi ciego. Ahora viven, ambos, confinados en sus casas. 

 Esa realidad es bastante diferente de los Templos acogedores, y de los amplios salones de fiestas de sus Logias, que un día frecuentaron. Aquella alegría bochinchera y los abrazos fraternos dieron paso al abandono, al ostracismo involuntario y al silencio cósmico que arrasa su moral. 

Si tuviesen la mano amiga de un hermano, podrían ir a la Logia, a los almuerzos, y de nuevo serían felices, por la convivencia fraterna entre los hermanos. 

La masonería, pródiga en ayudar a los viejitos de los asilos profanos, da vuelta la cara a sus propios miembros, que no siempre necesitan de apoyo financiero, pero si de apenas una visita. 

La tentativa de llevar hermanos a casa de un enfermo, siempre resulta un fracaso, pues nadie se interesa. Los Venerables Maestros, algunos de ellos, casi nunca van, prefiriendo “formar una comisión”, para realizar una obligación que es suya, que él solemnemente juró cumplir, con la mano sobre la Biblia. 

La solicitud de las cuñadas y de los hijos, pidiendo una visita de los masones, no tiene eco. Algunos de nosotros, creen que masón inactivo no es más hermano y no es merecedor de nuestro amor, ni de nuestra visita, porque dejó la Logia hace años. 

Si no cambio mi sentimiento, renunciaré a los grados que alcancé, y pediré para ser nuevamente iniciado. El tiempo corre con celeridad y la vida se escapa por los dedos como el mercurio, cuando intentamos asegurarlo. 

Hermanos, hay tiempo, aunque sea poco, para amar y dar alguna alegría al masón, pues El Cielo no puede esperar.

*Logia de Investigación Masónicas Brasil-Londrina-Pr

*Logia de Investigación Masónica Chico da Botica-Porto Alegre-RS

Versión castellana por H∴ Wenceslao Bentancur (el hermano Yico)