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sexta-feira, 15 de fevereiro de 2019

LAS ANTIGUAS MARCAS DE MASONERÍA

LAS ANTIGUAS MARCAS DE MASONERÍA

Se sabe que los francmasones se rigen por unos principios esenciales muy antiguos a los que se viene denominando marcas, límites o, más propiamente, Ancient Landmarks. En 1856, el doctor Albert Gamaliel Mackey publicó en una revista de la época el listado de las marcas de la Masonería, lista que volvió a publicar luego en su obra Encyclopedia of Freemasonry.

Nos podemos preguntar qué son las marcas, en qué consisten, qué contenido y sentido tienen hoy. Para comenzar, digamos que se trata de principios esenciales de la Orden que datan de tiempo inmemorial. Desde que Mackey las enumeró en su libro, se ha intentado estudiarlas, fijarlas definitivamente y explicarlas con relativa exactitud. Hughan, Gould, Speth y Begeman son algunos de los autores que más estudiaron en su día este espinoso asunto, tras realizar estudios críticos de documentos antiguos relacionados con el tema. Mackey listó un total de veinticinco principios esenciales o marcas, que fueron admitidas por un buen número de obediencias masónicas de todo el mundo. Hubo quien opinaba, sin embargo, que hubiese convenido más no tratar de enumerarlas ni fijarlas con semejante celo. Este criterio fue mantenido por algunas Grandes Logias que reconocieron en su momento como válidos los Antiguos Deberes contenidos en la primera edición de la Constitución de la Gran logia de Inglaterra.
La esencia filosófica de la Masonería tiene como cimientos esas antiguas instrucciones morales de carácter simbólico, enseñadas según modos y usos ancestrales a través de símbolos.

Es sabido que la Masonería especulativa, nacida en 1717 con la formación y puesta en marcha de la Gran Logia de Inglaterra, deriva de la Masonería operativa, es decir, de los gremios de masones constructores medievales. La organización y reglamentos de dichas logias operativas son la base inicial sobre la que se apoyaron los principios que rigen actualmente los modos éticos, filosóficos y estructurales de las obediencias modernas.

La mayor parte de los estudiosos de la Masonería admiten que el propósito fundamental de la enseñanza simbólica que se ofrece a los iniciados masones consiste sobre todo en inculcarles, paso a paso, los más sólidos principios morales, enseñanzas que se hallan encajadas y limitadas por los Landmarks o marcas de la Orden. Este peculiar sistema se entreteje con las ideas fundamentales acerca de la trascendencia del alma humana y la creencia en un Dios universalizado, dos indispensables esencias sin las que no estaríamos hablando de Masonería, sino de otra cosa. Gracias a este sistema simbólico de aprendizaje, la Francmasonería pretende unir a los hombres de distintos países, razas y religiones en una comunidad fraterna que supere los prejuicios y los pequeños horizontes nacionales o zonales. Fácil es deducir, pues, que la Masonería es un sueño, una utopía, una búsqueda del ideal social y humano, un anhelo de paz, igualdad y perfección.

La base principal de la enseñanza francmasónica se halla en torno a la creencia en Dios, llamémosle como queramos. Los masones lo nombran e invocan con el apelativo de Gran Arquitecto del Universo, pero en definitiva se trataría de creer en un principio superior que pueda aglutinar cualquier tipo de práctica religiosa o de principio moral. La Masonería liberal contemporánea tampoco exige a sus miembros la creencia firme en unos determinados dogmas de fe. Estas premisas religiosas estuvieron presentes en las primeras logias de masones operativos, de quienes se ha heredado la tradición. Los masones medievales levantaban templos de piedra para la gloria del Señor. Los actuales masones especulativos alzan templos espirituales en su interior para hallar en ellos la superación y el equilibrio. Uno de los Ancient Landmarks sienta las bases que se ocupan de este asunto, de igual manera que otras marcas regulan otros bien distintos, como por ejemplo las relaciones que los masones han de mantener con el Estado al que pertenecen, los deberes y derechos de los iniciados, formas o señales de reconocimiento, división en grados de los hermanos, trabajos en el interior de los talleres, conducta social del buen masón y hasta el modo conveniente de ejecutar las reuniones o tenidas.

La primera mención a las antiguas marcas aparece en el art. XXXIX de la compilación del Gran Maestre Jorge Payne, que data de 1720. Allí se dice que cada obediencia tiene la potestad de modificar o sustituir sus propios reglamentos a condición, eso sí, de conservar las marcas de la tradición. John W. Simons puntualiza que las marcas deben considerarse principios de actuación que han existido desde tiempo inmemorial, bien en ley escrita o en forma tradicional. Albert G. Mackey define las marcas como las antiguas costumbres de la Orden, que acabaron por concretarse en reglas de acción para los iniciados. Dicho de otro modo, y en caso de aceptar la hipótesis de que alguna remota vez estos Landmarks se hubiesen configurado como leyes internas inalterables de la Orden, habríamos de afirmar en todo caso que las marcas no son sino, a lo sumo, principios consuetudinarios que conviene preservar.

Los deberes del masón, recogidos en las famosas Constituciones de Anderson, del año 1723, aglutinan y resumen en cierto modo los Ancient Landmarks, que tanta polémica originaron a lo largo de los dos últimos siglos de historia masónica.

Lo que importa en este caso no es delimitar qué principios están o no integrados en las marcas, sino saber que esos buenos y nobles principios existen, que están ahí, que son reconocidos por todos los francmasones y que perviven en el tiempo por la sencilla razón de que son respetados en su integridad. La Masonería ha de evolucionar con los tiempos que corren, ha de reunificarse y se habrá de adaptar cuanto antes a la sociedad si quiere prosperar en su seno. Pero lo trascendental que jamás debe perder son los valores antiguos y humanos que dice defender.

RICARDO SERNA - REVISTA LA ACACIA

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